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Una taza de duendes

Ya tenía yo escritos libros de hadas, de brujas, de dragones... hasta de ogros, que son poco plegables para libro y bastante gruñones, y siempre me faltaba el de los duendes. De la editorial me lo habían pedido varias veces: que a los niños, y en especial, a las maestras, los duendes les encantan, que siendo los duendes unos seres tan maravillosos, cómo iba a desaprovechar la oportunidad de escribirlos, y otras cosas por el estilo, me decían, para que me decidiera. Yo me hacía la distraída. Di vueltas y más vueltas, porque sé muy bien que el que les abre la puerta...

Cuando invaden los duendes, no hay calma que valga. Si son pocos, o chiquitos, molestan tan discretos que es difícil atraparlos. Si llegan en bandada, hay que espantarlos como a mosquitos, con decisión y a manotazos. Entonces, desde el vamos, lo mejor es dejar bien claras las cosas, poner límites, tomar medidas. Por eso, solo escribí Una taza de duendes.Y con eso me bastó, no pidan más. El próximo libro de duendes se lo escriben ustedes mismos.

Son los que inquietan la noche
y alborotan alacenas,
y a la sirena molestan
que hace glub en tu pecera.

Saltan ¡sorpresa! y rebotan,
flotan en copos de nieve,
y remontan mariposas
que se creen barriletes.

Con lucecita temblona,
caminan entre tus cuentos;
mueven el agua en redondo,
corren el telón del cielo.

Traviesos, por el rabillo
de tu ojo pasan, prenden
grillos, estrellas, sonrisas...
¿Aún no sabes? ¡Son los duendes!

Editorial Atlántida (Buenos Aires, 2015). Ilustraciones de: Federico Combi

Una taza de duendes

© Cecilia Pisos, 2024