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Tocarle el timbre al mar

Tocarle el timbre al mar es una experiencia de escritura poética compartida, a dos voces, a dos plumas (o teclados) con el poeta uruguayo Germán Machado. Mensaje va, mensaje viene, nos fuimos haciendo preguntas sobre lo más escondido, y también, sobre lo más obvio y, al responderlas, descubrimos, con la mirada abierta y la voz suelta, las cosas que quedaron escritas en el libro y que compartimos con nuestros lectores.

Dice Cecilia:

Un buen día recibí una invitación para escribir un libro de poesía "a cuatro manos". Mejor que sea a dos cabezas, pensé yo, que nunca había podido tocar seguidas más de tres notas al piano, siquiera con las dos únicas que tengo. Manos, aclaro, no cabezas. Cuando me propusieron el nombre de Germán me puse feliz, ya que, si bien no sabía a ciencia cierta si él sí tocaba el piano, tenía una idea de lo que había en su cabeza por la bella poesía de sus libros. La noche siguiente me desvelé pensando cómo sería la cuestión de afinar nuestras voces, ya que no podríamos sentarnos a escribir juntos, mate de por medio, porque lo que nos quedaba en el medio era justamente un mar. Mis temores resultaron injustificados: osados como solo dos poetas, logramos con este libro, "mojarle la oreja a la poesía" y "sin grandes resplandores/sin que la tierra tiemble" (El milagro, Raúl Gustavo Aguirre), llegamos a tocarle el timbre al mar.

Dice Germán:

Cuando me dijeron propusieron un libro a dos voces con Cecilia, me puse enseguida a practicar coplas, porque a ella se le dan muy bien. Pensé: "Este libro estará cantado". Pero cantar no es lo mío, así que optamos por escribir: yo, desde Vic (Cataluña); ella, allá, en Buenos Aires. Y correo va, correo viene, la poesía se fue entonando. Y cada vez que leo, y releo, el libro, más me gusta. Así que, ahora que lo pienso, el libro no está cantado, no, pero me tiene encantado, que no es lo mismo, pero casi. Y si prestas atención, oirás entre sus versos un sonido que está entre el timbre de una bicicleta y la aldaba de hierro de una puerta antigua. O, mejor dicho, entre el silencio de las caracolas que te pones en la oreja y el canto de los pájaros que renace en la primavera. Un sonido, sí, que revive entre dos voces: una al sur, otra al norte; una femenina, otra masculina; una poética y otra ¡también!

Dicen Germán y Cecilia:

¿Cómo saber?
¿Qué cosas dicen las cosas,
que aunque apenas las miremos,
jamás nos dejan de hablar?



Por ejemplo, ¿qué nos cuenta
el peine que peina a un calvo?
Seguro, penas y olvido,
seguro pelos que no.

Y el punto de fin de página,
¿no dice "Basta, señor,
yo ya no paso de aquí
porque de sueño morí"?

¿Y qué frío nos traduce
cuando pasa a la garganta
el borbotón de cristal
de un vaso inocente de agua?

¿Qué cosas dicen las cosas,
que aunque apenas las miremos,
jamás nos dejan de hablar?


¡El mosquito que se ha ido
con tu sangre silenciosa,
¿contará que hubo una vez
una piel lisa y sin ronchas?

¿Y no es en el filo mismo
de un estornudo de estruendo
que grita pidiendo auxilio,
el pañuelo de papel?

¿Y esa llave que encontramos
en el fondo de un cajón,
¿cómo saber, solo verla,
qué reino ya nos cerró?

¿Qué cosas dicen las cosas,
que aunque apenas las miremos,
jamás nos dejan de hablar?


La caja en la que has guardado
la ropa que donarás,
¿se llevará los secretos
del cuerpo que quedó atrás?

¿Y qué hora marca el reloj
que tictaquea en la noche:
las dos del sueño perdido
o las seis despertador?

¿Y el picaporte que baja
cuando la puerta se abre
avisará que llegaste
al que se fue tiempo atrás?

¿Qué cosas callan las cosas
que aunque atentas las miremos,
nunca van a revelar?


Tocarle el timbre al mar, SM (Buenos Aires, 2019). En coautoría con Germán Machado. Ilustraciones de Irene Singer.


Escuchar:

Tocarle el timbre al mar

© Cecilia Pisos, 2024